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Efra�n Bartolom�
Valle de Ocosingo
I
El peso del silencio
El valle que se aleja de sí mismo
a galope
Hoy vine a ver
esta distancia que se fuga
escondida tras el oro del día
Qué hermoso espejo el sol para el valle extendido
Vaga el pensamiento al ras de los potreros
Desciende el alma
culebrita
a la canción del valle
Un sonido de grillos ecos pájaros
rasga la piel del aire
Árboles que se agrupan como pájaros
Palomas cuyas alas descienden hasta el mar
La reunión de los pinos
El rancho que compró la lejanía
La claridad
envuelve la mirada indecisa de la lluvia
que no se atreve a unir su asombro
al mío
Es hora de beber el horizonte:
oír el arco iris
diadema de silencios
en la fronda del día.
II
Pero de pronto el valle es diferente
Entró la sombra
Unió sus manos a los cerros
Empezó la otra historia
Cantó el tecolote su canción a la Luna
El Negro Sombrerón rayó sobre el camino su caballo mis negro
En el monte callado alguien vigila
Rasga la tierra con pezuña hendida
Tú no lo ves pero él siempre te mira
Desde la copa oscura de los árboles
Desde las hojas secas
Es el que tiene cuerpo de carnero
El que puso cadenas al cuello de la noche
A veces se aparece por la vega del río
A veces por el rancho de don Manuel Trujillo
Se roba las mujeres Se come los niños
Se lleva los borrachos hasta el espinero
Los deja atascados en el Chamenhá
Los puntos cardinales se han escondido
Es el hijueputa Cadejo
por el cafetal.