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Etnairis Rivera



Canto de la Pachamama (I)



He querido escribir, más que nada vivir
intensamente,
estar en el aroma, en la médula de las cosas.
Tantos fantasmas dijeron amarme
y sobre ellos me derramé como la lluvia de anoche.
La que ame fantasmas se convertirá en lluvias,
largas lluvias en la aurora.
Irán enamorándose los árboles, la apasionada tierra de tu espacio
y te poseerán los duendes mensajeros de la celosa señora soledad
y será ella el sol que entra por tu mañana
y el agüita mansa que se filtra y ocupa tu casa vacía
y la fibra misma de tu pétalo y tu camino.
Hay una pena, es cierto, mas hay un gozo entrenado en el misterio,
en la lengua tibia de la poderosa señora soledad.
He querido romper el miedo y vivir
y estar siempre cerca de algún cuerpo caluroso,
mas ya no sólo se pierden trenes ni poemas
ni billetes del imperio
ni lentes para ver de lejos en la noche
cuando ya no te llevan de la mano.
Ahora se pierde el cansado nombre de sumisa.
Llámate flor, llámate fruta, hija de ti misma,
amor predilecto de la sabia señora soledad
y viste sus túnicas y collares de semillas y corales
y ciñe su cinta ancha a tu cabeza
y deja que tu pie camine familiar en su sandalia
y que tu soleado ojo conozca el desierto
intensamente, igual,
enteramente, como a las lluvias que amanecen.