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Fabricio Estrada



Cuando el rojo se detiene



En esta esquina, el peón
y en esta otra, la torre.

Salto como un caballo al centro de la pista,
me niego al juego
a costa de volverme humano
y atropellable.
Con un pase de pecho,
Evito la corneada del último auto
y siguiendo el ritmo, giro
en un torbellino de risa
que apaga y destroza pancartas.

Una sonrisa en la nuca, me salva,
espanta puñales...

Semáforo en rojo y palpito,
detengo por breves segundos
la muerte en los cristales,
la próxima estocada del mundo
que resopla
y se me viene encima.