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Francisco Morales Santos



Madre, nosotros también somos historia (IV)



Desde el fondo del tiempo me regalas adioses temporales
que datan de mis idas nerviosas a la escuela;
me sigues mentalmente como una estrella
y festejas mi regreso con la flor de tu sonrisa.
Tu bella piel anciana ha venido a ser un mapa
que expone los caminos de la perseverancia.

¡Cuán espléndida has sido todo el tiempo
amparándome en el diáfano cielo de tus ojos!
Los días ordinarios los has hecho mejores
hasta parecer de cumpleaños.
Siempre has sido igualita a ti misma;
tu riqueza provino de la tierra al igual que tu hermosura.
Lástima grande que no pueda grabar en el poema tus palabras,
pero tengo el placer ilimitado de guardar su eco,
la suerte de apoyar mi corazón sobre ellas.

He cantado tu presencia entre plática y plática
mientras unas estrellas aparecen y otras ceden el sitio
a tu memoria. Colocando los pies sobre la tierra
he tomado tus grandes sentimientos para arrostrar el tiempo.
Quiérase o no, tus actos han sido la argamasa con que se edifica
este país carajo; país hecho de actos sencillos y humanos simples
que, al cabo, es lo que cuenta,
porque nosotros, madre, también somos historia.