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Guillermo Pil�a



Hermoso es estar vivos



¿Qué otras palabras darte -te escribí- que no fuesen
las más sencillas, las más apartadas
de estas otras, entornos de las cosas
?
De los dos fuiste siempre la que hería el silencio,
yo el que no deseaba rebajarte a una voz
-lo recuerdo: no sé si en el crepúsculo
de la mañana o la tarde me decías
Qué hermoso es estar vivos-, yo el que nunca quería
nombrar más que las cosas que he perdido: el olor
de la primera fogata que el viento
de marzo dispersaba, un perro que dormía
en una puerta junto a un pan, la calle
de un suburbio endomingado.
Qué hermoso
es estar vivos
-decías quizás en el crepúsculo
del alba o de la tarde, tal vez los dos estábamos
desnudos o volvíamos de un viaje-.
Esas cinco palabras ahora te devuelvo,
esas cinco palabras que nunca pedirán
ni nombre ni recuerdo, eternas en sí mismas:
las más tuyas y mías:
inéditas por siempre.