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H�ctor Rosales
Bar, ese hombre
En el mostrador anudó su actualidad,
y el mar del tenebroso recipiente
lo llevó, remo a vaso,
vaso a remo, hasta la isla
de marca similar.
Las aves traían restos de navios,
leves escudos de rutas diluidas.
Para el infierno sobraban pasaportes,
sobraban días, cuando aquel mi temor
joven contemplaba la advertencia
de la isla.