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Ignacio Rodr�guez Galv�n
Al baile del señor presidente
Bailad mientras que llora
el pueblo dolorido,
bailad hasta la aurora
al compás del gemido
que a vuestra puerta el huérfano
hambriento lanzará.
¡Bailad! ¡Bailad!
Desnudez, ignorancia
a nuestra prole afrenta,
orgullo y arrogancia
con altivez ostenta,
y embrutece su espíritu
torpe inmoralidad.
¡Bailad! ¡Bailad!
Las escuelas inunda
turba ignorante y fútil,
que a su grandeza funda
en vedarnos lo útil,
y nos conduce hipócrita
por la senda del mal.
¡Bailad! ¡Bailad!
Soldados sin decoro
y sin saber nos celan,
adonde dan más oro
allá rápidos vuelan:
en la batalla tórtolas,
buitres en la ciudad.
¡Bailad! ¡Bailad!
Ya por Tejas avanza
el invasor astuto:
su grito de venganza
anuncia triste luto
a la infeliz república
que al abismo arrastráis.
¡Bailad! ¡Bailad!
El bárbaro ya en masa
por nuestros campos entra,
a fuego y sangre arrasa
cuanto a su paso encuentra,
deshonra nuestras vírgenes,
nos asesina audaz.
¡Bailad! ¡Bailad!
Europa se aprovecha
de nuestra inculta vida,
cual tigre nos acecha
con la garra tendida,
y nuestra ruina próxima
ya celebrando está.
¡Bailad! ¡Bailad!
Bailad, oh, campeones,
hasta la luz vecina,
al son de los cañones
de Tolemaida y China,
y de Argel a la pérdida
veinte copas vaciad.
¡Bailad! ¡Bailad!
Vuestro cantor en tanto
de miedo henchido el pecho
se vuelve en negro manto
en lágrimas deshecho
y prepara de México
el himno funeral.
¡Bailad! ¡Bailad!