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Jairo Guzm�n
Los adivinos en la asamblea del aire
los adivinos en la asamblea del aire
se van con las canciones
que rebotan en hombros de mármol o en platos de bronce
donde reposa la estatua de una uva o el piélago de vino
la rada de sangre de una virgen
que dejara sus menstruos
en el cuenco de un sabio
muerto desde días inmemoriales
en posición de escultura
a punto de ser confinada a un hueco
por el que se cae no se sabe a dónde
y por el que se accede quien sabe a qué
después de la algarabía en los palacios
rebuznan los asnos del tedio
bosteza una lápida
los muertos arrastran sus canastas de odio
sin importarles el tintineo o el garbo de la dama
que camina bailando con la gracia de su copete
rodeado en espiral
por una cinta azul
así representaríamos a Melancolía
en una plazoleta de pueblo
regresa de una jornada de toros
por no decir cornada
con vestuario en múltiples tonos del rojo
hasta desfallecer
jaspeado de sangre de adolescente
sacrificado en los carnavales
***
melancólico se percibe el hálito de las muchachas
envueltas en túnicas de nube errabunda en el azur
apoyadas en sus codos sobre la mesa de marfil
hacen círculo en torno a una esfera de inscripciones
talladas con el cincel del relámpago que las trajo
al reino de sopor y muerte
donde cantar es reír al rayo
una irradiación violeta las protege de los lascivos
para que no se manchen sus atuendos ni sus pieles se ajen
para que siga el hilo de sus risas sonando en las alcobas
donde todo permanece intacto
aluviones de tedio
traspasan las miradas de los cejijuntos
y de las damiselas en legión
por avenidas de paredones ocres y viento ferruginoso
con aldabones en puertas que se abren
hacia unos patios de ultratumba
vistos en el cine del intersueño
***
nos miramos para romper el pedernal que esconde las caricias
en un océano negro
donde rayos de piedra
iluminan a los más incógnitos peces
hechos de barro amasado en soles
la pasión de los árboles
impulsa la savia del día que germina en risas
en surtidores de vino se esconden
los signados por un licor más ágil que la llama
caparazones de escarcha envuelven el sonido
que cambiaría el rumbo de las aves
en campos de ceniza
manos ortopédicas
semienterradas dicen adiós
***
vamos llegando a los bosques ígneos
a los lagares de fuego ante los que
pájaros con picos de piedra
ejecutan un piano de huesos
vamos bordeando la hora giraestallante con umbelas de música
las espirales del viento se llevan nuestros amores hacia islas de alborada
y en las catedrales de las nubes tornasol invade los recintos
afluentes del gris y del rosa
se mezclan al caer en cascadas de una finísima arena sideral
describiendo en su caída
magnificas arquitecturas al tránsito del ojo