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Ketty Alejandrina Lis



Más acá o más allá



No sirven unos huesos frágiles de sostén seguro
ni sostiene la fragancia indómita de la hoja de laurel
la brisa ausente.
¿En qué sitio del no ser
se alojarán esos mínimos segundos
en que es posible volar veloz como los pájaros
de la cornisa al suelo?
Más acá o más allá
el tordo negroacero anuncia
la armonía de decir oh Dios
en la plácida belleza de sus trinos.
Su canto varía de vez en vez acá
o más allá
a modo de lluvia discontinua
aunque oh Dios
haya sonado casi siempre igual a la palabra odio
áspera igualdad
en la desdichada intimidad del ser humano.
El camino se despide en algún momento de los sembradíos
y recién ahí se le da por descubrir
la grácil sencillez del girasol besando con fervor la tierra
devolviéndole en los giros sus semillas.
El cristal
no necesariamente es quebradizo
sí frágil aunque sostenga la fragante calidez del vino
madurado en un tonel que vive en la humedad oscura de las cavas
porque por él se ha suicidado un roble.
El odio oh Dios contamina el suelo y todo cuanto toca
no la fugaz sensualidad del vino
el odio mata por el obsesivo poder de la ilusión
o las ruinas que el no poder nos deja.
Si el motor de la historia para Kant
es la libertad del hombre
¿en qué consistirá la liberación en la historia personal
más allá
mucho más allá donde lo absoluto equivale a todo o nada
si voláramos volátiles y veloces como pájaros
hacia un espacio sin espacio
ni tiempo
dejando más acá
un cuerpito quieto y un charquito de recuerdos en el piso?
El talismán que garantiza el alma de los sueños
se encuentra navegando a la deriva
¿nada perdura todo se dispersa
o toda dispersión se dirige a lo infinito?
Un corazón abierto no obstante es su seguro muelle
un corazón que es sangre
es latido
es ruego
desamparo.
Quizá por eso un gato de Cheshire aún dormita
de este lado desquiciado del espejo
quizá por eso se sigue con obcecación buscando
el destello que proclama el punto
donde mágico aparece el arcoiris.
Ahí
nos espera el cofre repleto de monedas de belleza y oro
que al tocarlas se transforman en estrellas
nos liberan
y como si cumplieran con leyes inmutables
girando al ritmo de cierta melodía que solo ellas escuchan
van formando con cada movimiento
las coordenadas que indican el extraño sitio
en el cual es posible armar en ramillete
tal que puede armarse
con esas margaritas que libres nacen en el campo
una inmensa piedad por las cosas fugitivas.