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Manuel Ponce
La resultante de un paisaje
Voy a gusto
-descuidadme, señores-
en la rueda del mundo.
Y sin remordimientos
y con mucha esperanza
a bajo precio.
Lo mismo voy mecido
en el verde columpio,
que muerto por el río.
Los árboles a una,
lanzaban con agrado
sus fumarolas verdes.
Pero allí se quedaban
-oh, qué tiernos-
dormidas en los brazos.
La sombra de mi cuerpo,
los hombres todos eran
dibujos caprichosos.
¡Qué torre disparada;
seguro que me iría
si el arco disparara!
Los ojos de agua, ledos,
tienen liras pulsadas
por ángeles secretos.
Y los ojos -¡creedme!-
y los ojos dormidos,
cerrados para siempre.
Yo me voy a los árboles
del alba
donde labro mis cárceles.
La verdad no es amor,
ni te amo,
pena mía y de todos.
La verdad es decirla
a sabiendas
del punto de partida.