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Marco Antonio Valencia Calle



Confesiones del acusado



No creí, no reflexioné y no me expuse.

No fui instrumento ni de la paz, ni del amor, pero tampoco de la guerra y el odio.

No dude, ni afirmé, ni negué, ni renegué, ni nada.

Jamás alimenté el alma, y al cuerpo le di cualquier cosa.

Leí lo necesario y sin esfuerzo, y escuché dialogar a la gente con la lluvia, con la luna, con la tierra y sin prestarles atención.

Dormí cuanto pude y jamás saqué una espada para defender los ideales de otro.

El dolor por los pasajes horribles de la gente no melló mi tranquilidad.

Las causas perdidas o los días de gloria me fueron ajenos y descarté ejercer la fe en algo entre mis deberes.

Y para qué negarlo, con esta filosofía fui feliz entre los mortales, sobre la tierra y en vida.