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M�rgara Russotto



Amado dueño mío



Esa ignorante mujer
cuyo estudio no ha pasado
de ratos
lame la sal de la ausencia
y te extraña
y agita su celo de perra
en la calma espera tanta.

Corta las venas
la aguda canción de las estrellas heladas.

Es tan tarde y no vienes
oh amigo
oh Fabio mío

Inclínate a ella una vez más
te pido.
Sopla en este árido barro,
que no lo disperse el viento
este polvo exasperado.

Erízala toda,
recógela
en el cuenco de tu mano,
dale su exacta forma
tal cual esta esmaltada jarra
que ayer no más
tocó tus labios.

Hazla esa cosa simple,
duradera
confiable,
centrada en la donación de sí,
libre de distracciones
y dispendios raros
y
oh amado dueño mío

despiértala,
oh sí
despiértala sin piedad
aunque llegases tarde demasiado.