Ésta es la enfermedad cruel del deseo.
La ruta de los pájaros sonámbulos
en vuelo breve bajo las tormentas.
Conozco sus libreas y sus máculas
Y las motrices ansias eternales,
demasiado bien lo conozco.
Desciende azotándome hasta el cauce
y arranca blancas prendas con su apremio.
Cruza paisajes de escarcha subterránea,
desiertos, lunaciones, parajes en crepúsculo.
Es un huésped simbionte en las dunas más altas.
Es un paraje negro oculto entre la nieve.
Cuando llegan las horas del silencio
se asienta en mí y persiste
balancea mis ancas, las abulta.
Es un impulso espeso y enturbiado
que bordea mis labios
y que en fugaz ración muestra su presencia.
Nada sabe del alma ni sus incubaciones,
nada necesita:
sólo el grueso espejo de otro cuerpo caliente.
Y sólo permanece la sombrilla violeta de mis ojos breñales
cuando en la nublada languidez del vaho
el cristal no devuelve más que su superficie.
Ésta es la enfermedad cruel del deseo
que por ti siento siempre,
hondísimo
quemando,
y no devuelto.
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