El perturbado camina por el pasillo con una vela en
la mano. Entre la velocidad y la luz de su paso se
ven sus lágrimas azules.
Desviado del mal su voz es indefensa.
Rodeado de moscas blancas, encerrado en su círculo,
camina toda la noche por el hospital,
mientras la cristalina luz de la inocencia le protege.
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