I
Hay que destruirse. Incendiarse. Romper con los recuerdos.
Asaltar el crepúsculo. Robar la rosa extraña del jardín.
Vivir en la violencia y no en el gris. Convertir
el tiempo en pasión, hiedra sutil devoradora.
No huir jamás de la mujer ni de la poesía,
difíciles, pero reconfortantes.
II
Sea densa la palabra: piedra
sobre la que se puede edificar, no arena
para la flor inútil. Dócil muerte, al acecho.
Látigo sobre el silencio. Doncella infiel
en primavera. Vino para la noche ciega. Ventisca
y fuego en el hogar. Leve luz sobre la letra impresa.
Idea que penetra más allá del ojo, y se establece
en el aire y en la rima. Verso desnudo, dolido de soledad.
Sé ladrón de atardeceres. Guárdate las lluvias finas.
Y en ocasión, espléndido, regala tu ternura. Destrúyete.
Incéndiate. Vive la hora sin remordimiento.
Nada te turbe. Nada, digo, sino la hondura de vivir,
de amar, de estarse como cielo herido,
a la ventura y en la certeza de ser sólo
la llama ciega, el claro acierto del peligro,
la vida sin temor a la Nada.
Barco apenas desplegado en el mar.
Volver a Italo López Vallecillos
ME GUSTA MUCHO PORQUE ES MUY BONITO
Disparan contra el gallo para retrasar el amanecer
decía una periodista valiente y llevaba razón
quieren retrasar lo inexorable y disparan a las sombras
por si son de carne, quieren que dure la noche
que proteja su ceguera, para que el sol no ponga
a cada uno en su sitio. Quieren hacer un dique en la boca
del Amazonas, pero al final el río imparable de la vida,
arrollará los templos construidos sobre los falsos cimientos
de los dogmas y de las absolutas verdades, quieren los
cuidados jardines del amor en estériles eriales.
Si hubo alguien que vivió tan de la mano con la palabra, ése fue Ítalo López Vallecillos. Para él, la poesía era una manera de internarse en sus propias sombras, que siempre le cobijaron serenamente hasta antes de su muerte, el 9 de febrero de 1986, debido a una complicación en el páncreas.
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