I
Adiós digo al vecino,
al hermano,
al dios que me empuja,
al aire, a la tormenta.
Adiós a la muchacha que se quedó
perdida en mis poemas y nadie pudo
borrar, ni el tiempo, ni los viajes,
ni las lluvias. Y está en mí
a pesar de la oración que nunca
dije. Adiós a las corbatas,
a los zapatos viejos, heridos por el tiempo.
Adiós al traje aquél tan mío,
compañero de bodas,
bautizos y entierros. Adiós.
II
Me voy
hacia los ríos, pez
en busca de la luz.
Navegaré la bruma.
Dormiré en los helechos
como la forma de antigua canción.
Alrededor mío, sólo el recuerdo.
Ni libros, ni palabras ni voces
que me llamen. El agua nada más rodeándome,
dejándome nadar hasta la orilla
de mis propios sueños,
de mis propias venturas.
El ojo abierto, y en mis alas
acaso la prisa de llegar, de ir,
de venir y volver.
Toda la aventura del ciego afán
de amar, de estar aquí,
sin poder estar allá.
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