Poemas de Jaime Augusto Shelley
- A grandes voces
- Anacusia
- Aviso
- El buen camino
- El cerco
- Falta una palabra
- Guía de la Ciudad de México
- He allí la vida
- Hierro nocturno
- Himno a la impaciencia
- Jornadas
- La silla
- Los pájaros
- Mariposa azul emprende vuelo
- Nostalgia del puerto
- Patria amaneciendo
- Patria traicionada
- Por amor
- Rencor al olvido
- Réquiem
- Sombras
- Tiendo la mano
- Victoria es tiempo de ladrones
- Vigilias
- Y ahora, qué
- Yalentay
Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Jaime Augusto Shelley:
Sombras
Después de los cuerpos van las sombras
Átomos dispersos que se encajan
en los pisos las paredes
que estallan en los bordes dilatándose
vuelven y se quedan en el mediodía
Van las sombras como cuerpos
Los cuerpos como viento
Los pájaros
Chillaron los pájaros
desorbitando su silencio de altas copas
Descendieron cóndores y cuervos de aceradas plumas
Cientos de voces desencajadas por la ráfaga
tomaron la forma de los árboles y callaron
recuperaron su silencio
Sobreviene el día
Aviso
Se solicita un patio
con macetas rojas
y vaho de ladrillo recién regado.
Árboles de altura
con pájaros silvestres
que hagan su ritual de baño
y desayuno
en una fuente de labra sencilla
que enmohezca a ritmo su apacible trazo.
Un hogar se solicita.
De cancel abierto.
Hierro nocturno
1
Mucho antes de que estas montañas
ratas grises en la solapa aguda del sol
antes que cárceles de cieno y luz
fueran para mi espíritu domesticado
por los azotes inmisericordes del Belcebú embrutecido
en mi secreta epidermis
el gran reloj del mar meciendo sus aguas sin escoria
y las terrazas azules infinitamente contiguas
en la proximidad distante
choque de dos olas y el rompimiento de la nuez
aún entre los peces
Y el ruido del parto y la sedición de los montes
hacinándose en los rescoldos de la brisa
Señor al fin del elemento
yo vengo de esa brasa de liqúenes pensantes
de sombra a hormiga a hombre
el hijo nuevamente padre
Prometeo entre los hielos
cavando a uñazos los cuévanos de su oscura madre
Falta una palabra
Falta, en el desorden,
una palabra.
Falta una voz, y otra, y otra más,
en el valle de la muerte,
en la estación de los sofocos
rezumados por el fuego y la sombra.
Una palabra que no brote de atarjeas,
sino silencio que habla, vibrante.
Silencio sonoro que toque cuerpos
con su luz.
Que despeje el hedor de los escombros
y devuelva al valle su fuerza y su alegría,
sin ultrajes.
Falta una palabra.
Y falta una voz, y otra, y muchas más.
Mariposa azul emprende vuelo
Esa mañana de luz encrucijada
lo vivido del polen,
el ansia en convulsión
y un abrazo que parece ser el último,
dejaban cristalinas
casi transparentes veladuras
en el desasosiego del lecho
tendido entre las flores.
No se mide un instante
ni dura en precisión
más o más.
No existe, tampoco, una boca
que aprehenda a otra boca
más allá de su anhelar;
un ala es un espacio
que deja
de ser
para transformarse en grito, espasmo
o vuelta: sustancia del origen.
Yo no dije que te amaba
porque el tiempo habría triturado mis huesos
aun antes de que esta página cayera en abandono.
No te dije nada.
Juntos, la luz brotaba celular y desmedida
y tú emprendiste seriamente el vuelo,
sin llorar.