Como enanos y monos en la orla
de una tapicería en la que tú campabas
borracho, persiguiendo jovencitas...
O como fieles, asistentes
-mientras nos encantabas-
al santo sacrificio de la fama
de tu exceso de ser inteligente,
éramos todos para ti. Trabajos
de seducción perdidos fue tu vida.
Y tus benos poemas, añagazas
de fin de juerga, para retenernos.
Volver a Jaime Gil de Biedma