¡Ciudad
ya tan lejana!
Lejana junto al mar: tardes de puerto
y desamparo errante de los muelles.
Se obstinarán crecientes las mareas
por las horas de allá.
Y serán un rumor,
un pálpito que puja adormeciéndose,
cuando asoman las luces de la noche
sobre el mar.
Más, cada vez más honda
conmigo vas, ciudad,
como un amor hundido,
irreparable.
A veces ola y otra vez silencio.
Volver a Jaime Gil de Biedma