Nada importa sino el signo,
el símbolo de lo inconcreto,
el nombre que te di a oscuras
contemplando el retorno de la miel.
Nada importa,
ciertamente, sino el limo
y el aceite del vocablo bien trazado
como un labio de aurora
hecho poro o línea.
Nada importa
porque es preciso el abandono
y la tibia desnudez de lo mutuo.
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