Cada nombre encierra una discordia
en la raíz, sed
que hunde y alza nuestros pensamientos
hacia lo blanco de los nardos.
A veces nos preguntamos si el paisaje
entrega su fronda para resguardar
o para hacernos avanzar hacia el color
de la inmersión.
(Lo supo Monet, también Magritte.)
Espejeante como estrellas la verdad
es noche en la que nos hundimos
sin saber
si la podremos atravesar.
La luz es en sí misma ausencia de luz.
Y no hay camino que lleve sin tropiezo al punto.
Las palabras, como las notas, encierran
una cierta oscuridad: acomodos de un resplandor
buscando abrirse paso
junto al compás de amontonadas violetas.
(Poema inédito proporcionado por la autora)
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