Jorge Fernández Granados

Poemas de Jorge Fernández Granados

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Jorge Fernández Granados:

Alondras que mueren deslumbradas (I) ¿Pero dónde...

¿Pero dónde, dónde has de compartir mi nada, mi momento
de magia novicia del humo que en vilo remontará
la altura fehaciente de los universos? ¿Dónde el secreto
azaroso de mis restos moverá un espasmo al pasar
como caricia sin víspera tus desahogados cabellos?
¿No hay en el amor una danza que sugiere el más allá?
¿Eres sólo estatua de ritmos, hielo espléndido de un cuerpo
que mis manos nombran en el tacto y elevan en su fuego?


Alondras que mueren deslumbradas (I) Soliloquio...

Soliloquio del amor en su espejo doble de pupilas.
Ella es la tierra tejida en rúbrica espiral de raíces.
Él es el viento y sus inacabables potros de conquista.
Mueve el follaje de sus manos el chisporrotear de estirpes
aún dormitantes en la bronca sed de sus propias semillas.
Los espectros amantes son estatuas que el mar no distingue.
Su beso es sucesión de un sueño rodado en líneas de arena,
una playa donde Dios olvidó sus húmedas siluetas.


Alondras que mueren deslumbradas (I) (El Cazador...)

El cazador sabe el truco para apresar a las alondras:
Cubre una mediana esfera con espejos y la sostiene
de la rama más alta de un árbol. Cuando la luz la toca
la esfera es una flor de agujas luminosas y somete
la borrosa voluntad, el fuego sutil de las alondras.
Entonces el cazador hace un hábil uso de las redes
y el ave cae. Muy pocas veces el artificio fracasa.
su fina pasión por la luz quiere que mueran deslumbradas.

Alondras que mueren deslumbradas (I) Tu breve chispa...

Tu breve chispa de eternidad tiene apetito de sombras.
Escala la fuerza un torbellino entre cálidas cinturas.
Acorta el encuentro de epitafios insensatos. Remoja
el jade limpio de tus ojos. Anochece las hechuras
que el fuego labró en los decisivos escombros de tu boca.
Sobre el sudario del instante el amor vuelca sus espumas.
Mañana el fulgor de otra tibieza será la bienvenida.
Mañana otra ciudad de viento moverá nuestras cenizas.

Alondras que mueren deslumbradas (I) Un esplendor...

Un esplendor oscuro bajo el deleite de profanarte
esta noche de cristales de algún fulgor desamparado
sobre la súbita espesura de tu más profunda carne.
La inocencia es el licor que, sorbo a sorbo, embruja las manos
sin otro ultraje que el más profano silencio de buscarte.
Una misma pasión de hervorosos tigres de luz y mármol
cazando en el fino fermento de la luna una oración
que nos da, grávidos de muerte, su pureza más atroz.

Alondras que mueren deslumbradas (I) Sucesos...

Sucesos de este mínimo buscar donde reconocemos
lo oscuro del calor, el canto de las formas acopladas,
el énfasis del ritmo, la curva arenosa de los cuerpos
reptando con su pálido sabor de ofrendas mutiladas.
Grotescas gemas más allá del mundo, más allá del eco,
centrífugas aguas de la aniquilación y la cascada,
turbulencia azul donde la razón se ausenta y se arrodilla
a este instinto sucesivo, gota en la miel de la caída.