El ángel de pasión dejó tu casa
con un desorden tal que no sabías
por dónde comenzar: copas vacías,
ceniza por doquier. Y su amenaza
rotunda de carmín: En la terraza
te aguardo. Un beso. Adiós. Tú conocías
la forma de cumplir sus profecías.
Temblaste al recordar: Todo lo arrasa
un ángel si al partir te sobrevuela.
Te diste apresurado a la tarea
de hacerla remontar por tu memoria,
sus manos en tu piel, su duermevela.
Pensaste: Si es amor, pues que así sea
y fuiste a abrir la puerta giratoria.
Volver a Jorge Valdés Díaz - Vélez