He vuelto a releer aquellos versos
que hablaban del amor y que leímos
la noche que ardió Troya y nos perdimos
al fondo de sus negros universos.
He oído en cada página los tersos
acentos de tu piel donde creímos
haber bebido al sol en sus racimos
y al mar que reflejaba en sus diversos
murmullos nuestro ascenso al precipicio.
Se puede oler la luz de esos momentos
al tacto de un doblez. Queda un indicio
debajo de las líneas subrayadas,
un hálito de ti, tus dedos lentos
abiertos en esquinas despobladas
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