Despego con las llaves la pintura del marco.
Ahora es verde gastado lo que antes humedad
y después amarillo
y puedo ver el gesto cuando convocó
alzando, su mano enredadera.
Imaginarla cargando sobre el hombro, la maleta
ruidosa de cacharros, ladridos, dictadores.
Los ojos del pasado atraviesan los gritos.
Y puedo oír el giro del pedal de la Singer
y recordar el tacto de la ceniza tibia
vaciando los braseros.
Hay torres movedizas que abusan de palabras
libros de tapa dura, infancias en el eco.
Y hay mujeres con sábanas, peleando contra
el viento, donde ya nadie firma un espejismo
parecido a su historia
porque escucha y le teme a ese sonido.
Volver a José Antonio Cedrón