Ese buen amor de manos transparentes
y ese gusto tan especial que tenía
ese buen amor
por robar vino blanco en los supermercados
si una planta escapada de la reja
o un trofeo de losas cascadas atrás del vidrio
deshacía los nudos de corbatas
con labios apoyados alrededor del cuello
y la audición vibrosa de Nat Cole en castellano
perpetuaba los besos en la piel.
Buen amor tumultuoso
por épocas suicida
desordenado y tibio.
Buen amor como viene debajo de julio y el agua
con el vestido pegado al cuerpo
prolongando las venas del otoño en el rostro
los hábitos, las flores, el tiempo en los jarrones.
Buen amor cuando llega con su voz para el perro
(y la cartera a cuadros detenida un instante
para alzar los zapatos)
pone berro en el agua enciende fuego
y de costumbre entra en las cajas de las guitarras
como en los muelles
para los marineros que nunca más volvieron
por sus medias de nailon.
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Rafael.-
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