Me duele esta ciudad,
me duele esta ciudad cuyo progreso se me viene encima
como un muerto invencible,
como las espaldas de la eternidad dormida sobre cada una de mis preguntas.
Me duelen todos ustedes que tienen por hombro izquierdo una lágrima,
ese llanto es una aventura fatigada,
una mala razón para exhibir las mejillas.
En estas palabras hay un poco de polvo egipcio,
hay unas cuantas vendas, hay un olor de pirámides adormecidas en el algodón del pasado,
y hay también esa nostalgia que nos invade en ciertas tardes,
cuando la lluvia se enreda en nuestro corazón como los cabellos húmedos y largos
de una mujer desconocida.
Estuve atento a la edificación de los templos, al trazo de las grandes avenidas,
a la proclamación de los hospitales, a la frase secreta de los enfermos,
vi morir los antiguos guerreros,
sentí cómo ardían los ángeles por el olor a vuelo quemado.
Me duele, pues, esta convocatoria inofensiva, esta novia de blanco,
esta mirada que cruzo con mi madre muerta,
esta espina que corre por la voz, estas ganas de reír y llorar a mansalva,
y el trabajo de ustedes, los constructores de la nueva ciudad,
los sacerdotes de las nuevas costumbres, los muertos del futuro.
Me duele la pulcritud inútil, la voluntad académica,
la cortesía de los ciegos,
la caricia torva como una virgen insatisfecha.
Mirad las excavaciones de la noche,
escuchen a Lázaro conversando con sus sepultureros,
mostrándoles su anillo de compromiso con la Divinidad.
Vean a Lázaro en el restaurant y en el tranvía,
en el ataúd y en el puente, en el animal y en su plato de carne.
Sí, me duele este atardecer,
esta boca de sol y de verano.
Volver a José Carlos Becerra
se edificaron con el dinero
que trajeron los ricos indianos
al regreso de aquellos continentes,
alguno se hizo banquero
gracias al saqueo a dos manos.
esto ocurre en Londres y en Paris
y no se salvan ni Roma ni Madrid
Ni tampoco Nueva York , donde
el oro en sótanos se esconde,
cambia de manos sin salir del círculo
allí cada tiburón tiene su discípulo,
para asegurarse de por vida un privilegio
y el panteón de más lujo en el cementerio
el hombre no aprende, ayer hermano del alma
cuando eran los emigrantes necesarios
sobraba dinero y reinaba la calma
pero los que antes eran hermanos proletarios
ya solo enseñan el puño y te niegan la palma
eran revolucionarios ayer y hoy mandatarios.
Poco dura la alegria ,
en la casa del obrero
mora callada la hacendosa ruina
ya olvidamos aquel feliz dia
en este silencio postrero
reina la tristeza y se sufre la inquina.
Pues el precio de una civilización es así, como tu dices.
Yo diría, ser un poco menos violento en el desarrollo.
y ser más eticos. buscando un equilibrio social.
Me gustó mucho.
[email protected]
eso es lo que es amigo
su poema..
El exterior de un penzante!
saludos
Gracias.
Rafael.-
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