Tras el pasillo al fresco, la escalera
y el sol que nos bañaba de repente.
Entonces en la hierba el barro se secaba
y no dejaba rastro que no llevase al río.
¿Tú crees que un río nace en cualquier sitio?
Anda tonta -decías.
Y yo no contestaba, sonriendo.
Pues tantas hojas verdes, tanto musgo,
y el sonido del agua entre los chopos,
las voces apagadas bajo el cielo,
el sol en las espaldas y aquella luz tan alta.
Luego acechar la casa desde el puente,
como quien está lejos y recuerda,
mientras la vieja casa subsistía
y yo soy una niña que no existe.
Volver a José Luis Piquero
Seguro, es una niña que no existe.-
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