No podríais entenderlo.
No cabía mi deseo en sus espacios,
la desbordaba como a un arroyuelo.
Yo, lluvia; yo, torrente.
Era desolador verla desnuda,
mínima y frágil, tras cada combate,
exhausta y triste carne de suspiros.
No bastaban sus pechos.
Me clavaba las uñas en las palmas
por no morder sus húmedas mejillas,
delirando de hambre.
La amaba de un amor ilimitado,
con dolor y con vértigo. La amaba;
no podríais entenderlo.
(Perlas graves,
sus ojos estallando entre mis dientes.)
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