En un jardín de estatuas que no existen
donde juegan los niños al verano,
en un jardín donde transcurre el tiempo.
En las sillas de lona abandonadas
junto al mar de setiembre y limoneros
y ventanas azules con veleros.
¿Por qué tiene la torre de la iglesia
sus relojes parados a las doce
de la noche de otoño y por qué se oyen
los pasos de la muerte en los pasillos
de la casa del bosque y por qué el viento
enturbia el aire blanco de la tarde?
La arena y la mimosa, el humo inmóvil,
los caballos dormidos en las puertas,
las cruces carcomidas por la lluvia,
el vuelo sin sentido de los pájaros,
el olor del estiércol en las guaridas,
el agua entre las barcas de la bruma,
la luz en la llovizna de la niebla:
la casa de la puerta sin aldaba.
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