Escribo este poema un domingo de abril.
La tarde nublada, voces
de niños en la calle, al otro lado de la verja.
Un árbol se agita con el viento.
Ayer, a estas horas, estaba de viaje.
Aún ahora sigo viajando, yendo
desde estas palabras a otro lugar.
Suena una canción,
leo en un libro de Auden
que las analogías son basura
sobre la que nuestros sentidos basaron la fe.
Si es verdad o no, apenas importa.
He pasado estos días divisando
señales que venían silenciosas
y el recuerdo volvía más reales,
como un fuelle aviva la lumbre
bajo la ceniza que otras llamas han dejado.
Y sé que la analogía es una argucia,
un dilema que a veces seca la garganta,
pero aún así el recuerdo trae
un color que no cambia,
un cuarto hospitalario,
aire nuevo al aire.
También estos deseos invariables
que se van con el tiempo
y quedan.
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