Será un día cualquiera, vacío
como la habitación que amanece
vacía, y las cortinas velarán el cielo
limpio del alba.
En las calles, otra vez, como hace tiempo,
seremos unos desconocidos.
Unos que la vida juntó en la vida
como a viajeros que comparten vino
y posada antes de proseguir su ruta.
Si volvemos a encontrarnos, si de pronto el azar
pespunta sus sedas entre nosotros,
¿cómo mirarte sin pensar que malgastamos
el amor de tanto preocuparnos el amor?
¿Y cómo despedirme e impedir
que, más dentro aún que en las entrañas,
algo se mueva, se inquiete, desgarre
mientras te vas, quién sabe dónde,
calle adelante, tan fuera del tiempo?
Después, de nuevo ya todo fundido
en la sombra, despertaré una mañana
en la claridad de un viejo sueño:
un surco blanco atravesará las cortinas
y entibiará el cuarto y mi piel
como ascua lenta.
El recuerdo, después, será la chispa
que antes rutilaba en nuestros ojos
tras el cielo limpio del alba.
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