Un día para extirpar del almanaque. Uno de esos
en que ya levantarse se convierte en una carga
y después todo transcurre como un cólico.
Algo a tachar de la agenda, una cita inoportuna.
Sentado en la cocina, fumo y pienso:
¿Y si hubiera muerto años atrás?
Durante la infancia, caído del árbol.
Ahogado aquella tarde en el mar.
En el quirófano.
Los almendros desnudos de ayer hoy no florecerían
ni un sol vacilante avivará despacio las cosas.
No nos habríamos conocido
ni compartido una charla, un café, un abrazo.
Tampoco ahora fumaría mientras pienso
que ha sido todo un regalo desde entonces.
La vida, los almendros y tú.
Cada minuto, cada día. Este día.
Un fascinante regalo.
Volver a Juan Ramón Mansilla