Julia Prilutzky

Julia Prilutzky nació en Kiev (Ucrania) en 1912 y falleció en Buenos Aires en 2002. Comenzó su carrera literaria en Argentina y también realizó la carrera de Derecho y trabajos periodísticos.
En Buenos Aires tuvo una vida cultural sumamente activa, no sólo escribió numerosos poemas sino que además conoció a otros poetas con quienes concertó tertulias para compartir el amor por las letras. Allí también comenzó a trabajar como periodista; entre las labores que realizó en este sector, se destacan sus colaboraciones en el periódico La Nación y las revistas "El mundo" y "Para tí".
Cabe mencionar que a lo largo de su carrera realizó importantes reportajes, que le dieron una fama mayor.
Formó parte del PEN Club y de la Real Academia de las Letras de Sevilla y participó de numerosos eventos poéticos.
Entre sus obras publicadas pueden destacarse "Pablo en nuestra piel", "Títeres imperiales", "La patria" y "Quinquela Martín, el hombre que inventó un puerto". En nuestra web podrás encontrar algunas de sus poesías, tales como "Cómo decir, amor, en qué momento", "Este miedo de ti, de mí... de todo", "Voy hacia ti como una rosa" y "No amarse ahora, pero haber amado".

Poemas de Julia Prilutzky

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Julia Prilutzky:

Este miedo de ti, de mí... de todo,

Este miedo de ti, de mí... de todo,
miedo de lo sabido y lo entrevisto,
temor a lo esperado y lo imprevisto,
congoja ante la nube y ante el lodo.

Déjame estar. Así. ¿No te incomodo?...
Abajo ya es la noche, y hoy has visto
cómo acerca el temor: aún me resisto
pero me lleva a ti de extraño modo.

Déjate estar. No luches: está escrito.
Desde lejos nos llega, como un grito
o como un lerdo vértigo rugiente.

Me darás lo más dulce y más amargo:
una breve alegría, un llanto largo...
sé que voy al dolor. Inútilmente.

Quiero un amor de todos los instantes.

Quiero un amor de todos los instantes,
aunque no sea un amor para la vida;
quiero un amor con la ansiedad del antes
para después del ansia desmedida.

Quiero la fe de todos los amantes
en este solo amor, ver contenida:
tumulto de horizontes trashumantes
y luego, claridad de agua dormida.

Quiero un amor transfigurado en fuente
de todo florecer: fruto y simiente;
a tal único amor, mi amor sentencio:

aquél de la impaciencia y el latido
y la fiebre y el grito y el gemido
y el difícil momento del silencio.

Tal vez no sepas nunca cuándo y cómo

Tal vez no sepas nunca cuándo y cómo
quise salvar mi amor, tu amor. El nuestro.
Una vez será tarde.
Yo presiento
esa herida que avanza,
ese cierto dolor de no querernos.
Cómo decirte ahora:
mírame aún, así, trata de verme
como soy, duramente.
Con mi ternura. Claro, y mis tormentas.
Cómo decirte: sálvalo, si quieres
y cuídalo. Se te ha ido de las manos,
se me va de la sangre y no regresa.
Cómo decirte que te quiero menos
y que quiero quererte como entonces.
Y que entiendas
y no te encierres más.
Y me dejes creer en ti, de nuevo.
Cómo decirte nada.
Un día será tarde. Tarde y lejos.

Cómo decir de pronto...

Cómo decir de pronto:
tómame entre las manos,
no me dejes caer. Te necesito:
Acepta este milagro.
Tenemos que aprender a no asombrarnos
de habernos encontrado,
de que la vida pueda estar de pronto
en el silencio o la mirada.
Tenemos que aprender a ser felices,
a no extrañarnos
de tener algo nuestro.
Tenemos que aprender a no temernos
y a no asustarnos
y a estar seguros.
Y a no causarnos daño.

Dame tu brazo, amor, y caminemos,

Dame tu brazo, amor, y caminemos,
dame tu mano y sírveme de guía.
Ya no quiero saber si es noche o día:
mis ojos están ciegos. Avancemos.

Dame tu estar, amor, en los extremos,
tu presencia y tu infiel sabiduría:
por los caminos de la sangre mía
ya no sé si es que vamos o volvemos.

Y no me digas nada. No es preciso.
Deja que vuelva al pórtico indeciso
desde donde no escucho ni presencio:

Todo fue dicho ya, tan a menudo,
que ahora tengo miedo, amor, y dudo
de aquello que está al borde del silencio.

Este sabor de lágrimas (15)


Gris y más gris. No estás, y yo estoy triste

De una tristeza apenas explicable

Con palabras, y de una imperturbable

Soledad, que por ti nace y existe.

Siempre de gris, mi corazón se viste:

Polvo y humo, ceniza abominable

Y la envolvente bruma irrenunciable

Que estaba ayer. Y hoy. Y que persiste.

Gris a mí alrededor. Contra mi mano

La nube espesa se va abriendo en vano

Porque el fuego que soy, no está encendido

Y hay niebla en lo que miro y lo que toco.

Ah, yo no sé... Tal vez te odio un poco

Porque está gris y llueve y no has venido.

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