Poemas de Leticia Luna
- Cuando llueve tu poema
- El amante y la espiga
- El desierto
- Hacia tu arena remo
- Jade y perla
- La caída
- La luna es un grafitti sobre la ciudad
- Perla y jade
- Septiembre negro
- Sin pájaros ni madreselvas
- Tiempo mío
- Vieques libre
Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Leticia Luna:
La luna es un grafitti sobre la ciudad
Cuando no hay canícula
sino lluvia
la luna está fuera de nosotras
Retorno con el beso de la luna
hirviendo en el cuerpo
Soy mujer y a veces
-como a Marge Piercy-
le gustaría quitarse el sexo
y dejarlo guardado
en el armario
Sucede que me canso
de aullar el deseo
en las temporadas de canícula
cuando arden los insectos
Entre la carroña que encuentro
al atravesar la ciudad
resulta que soy pura
que obligo a mis apetitos
a salir de cacería
cuando la selva
es una jungla de concreto
Sobre la alfombra polvorienta
despierto con la certeza
de haber estado con dos leopardas ebrias
La ciudad es una olla express
que gotea sus vapores sobre sí
mientras la luna es el grafitti
más bello de la noche
Tiempo mío
A Ramón López Velarde
La vida dura
las estaciones se suceden
una tras otra
casi hipnótica
duración del instante
en que anduve
sonámbula
buscando a los astros
su fuego ardiente
y el crepitar del pájaro
que muere en sí mismo
sin encontrarse
y comprender
que cada huella
de la corteza del árbol
necesitó 33 días
para nombrarte
para verte girar
perlas de luz
De llama y agua
los hombres
las yeguas
la ondulación de los segundos
Me esfumaré bajo tus pies
viento que me ves nacer
dispersando este rompecabezas
que soy
que vivo
Tiempo que verás mi fin
en el centro de tu ondulación
respiro
Hacia tu arena remo
A José Gorostiza
Un mar ondulante y sórdido es llama
de un naufragio.
Tu fotografía instantánea queda atrás
entre el infinito polvo que flota a través
de la ventana.
En el aire una barca rema hacia la arena
de tus versos.
Tu costilla se hace costa y tus ojos se vuelven
pequeños oasis melancólicos.
Vieques libre
Hoy no sé de auroras gaviotas
ni de botellas perdidas en altamar
Hoy no sé de la noche ni de lluvias
produciendo chasquidos
que arrecian o amainan
según su melancolía
Hoy no sé de viajes
ni de penumbras
sí de alumbramientos
Sé de la libertad
ensanchando sus alas
pronunciando sus versos
incendiando la piel y la sangre
de un trópico rebelde
Vieques libre
¡Viva tu canto!
1º de mayo de 2003
Salida de los marines
norteamericanos
de Vieques, Puerto Rico
Jade y perla
Pronto será un texto vivo
se alza y ya es una palabra
La letra balbucea y se convierte en música
La mujer se llena de gozo
El hombre da a luz una Letra
La mujer lame
El hombre ronronea
La mujer lo atrapa en el pulgar del Cielo
El hombre resbala por el índice del Tiempo
La mujer siempre ha estado ahí
El hombre va a un mitin
La mujer es una guitarra azul
El hombre tiene un girasol en la mirada
A la mujer le han crecido dos ramas
El hombre va a la playa y regresa
La mujer aúlla sin convertirse en lobo
El hombre trae a casa un oso y un delfín
para ver morir la luna
La mujer abre la ventana para verlos volar
El hombre canta mariposas
La mujer se las come hambrienta
El hombre llora una lluvia de estrellas sobre el frutero
La mujer le da una cerveza por el tallo
El hombre cree que es una flor y se marchita
La mujer se apresura a componerlo
El hombre pone cara de reloj descompuesto
La mujer intenta conciliar el sueño
El hombre dice el tiempo se ha apagado
La caída
A mi amigo, Arturo Souza
No volveremos nunca
a ver la caída de la estrella en el charco
a caminar los desiertos de luna
con el Sueño que nos enlazó el ombligo
No se verán más lágrimas
en el dolor del cementerio
que ve partir a los amigos
No más el polvo del eucalipto y el ciprés
cubriendo el Tercer Mundo
con la estela de hojas
en el camino
en las piedras rodantes
en las canciones de amor
y en los Cien años de Macondo
Las tardes tranquilas devoran libros
de la Biblioteca Universal Circulante
e iluminan anárquicas miradas
al amparo del hongo rosa de la fiesta
Para extrañarlo todo
la foto de Elisa en el poster de la Universidad
los poemas de Wirikuta
las canciones de Paraíso
el Manifiesto pacheco
la expedición a Tamazunchale
para buscar al unicornio
y las manos alzadas en los mítines
Las pintas en las bardas de la ciudad
los conciertos de rock
las enseñanzas de Burroughs
y las etílicas madrugadas de lucidez
para el poema
El llanto de luciérnagas
el día de tu muerte
la voz de Patti Smith
la inocencia perdida del suicidio
y el paradigma de Jesús
en la cripta 33 del ciprés y el eucalipto
No volveremos nunca
a ver la caída de la estrella
en el vaso de cerveza
pues la soga ha quedado vacía
y nuestros cuerpos mueren
en esta tarde ebria
donde la tristura
cobra con creces los cien años de Lolita
quien espera en la llegada de la aurora
la canción más íntima
o los ladridos de los perros
que anuncien la próxima partida
No volveremos juntos
a ver la caída de la estrella
en el charco.