Poemas de Luis Alberto Ambroggio
- Canción a los elementos
- Deadlines
- El altar de los espejos
- El testigo se desnuda
- Herencia
- Hoy cultivo rosas
- Los habitantes del poeta
- Los tres esposos de la noche
- Nómada del silencio
- Paisajes de EE.UU.
Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Luis Alberto Ambroggio:
Hoy cultivo rosas
Que no nos moleste Huidobro
ni ningún camarero de Roma.
Quiero gozar sin límites
el placer de sentirte toda
y de estar dentro de tí
palabra tras palabra
con cada uno
de los cómplices sentidos.
El aire lleno.
No importa la partitura
ni la herida de las formas.
Mujer del agua y el aire
beso el verdor de tu fragancia.
Eres lo rojo de la música
Arrullas con tus pétalos mis ojos.
Y al mediodía ,
soy raiz de un sol;
y tú eres el torrente
de todas las mariposas.
El altar de los espejos
Los piratas sabían
guardar a sus cautivas;
entre espejos y espejos
las tenían...
Aquí sólo leo tu cuerpo;
los tesoros de la otra isla
fueron la posesión del banquete
entre vinos de un parral en primavera.
En esta roca el dolor
nos distingue de los dioses;
las olas nos roban
una y otra vez la cercanía.
Se esconde el calor en arenas
y el silencio encendido lo destapa;
saboreamos una especie protegida
entre voces de llamas sin tiempo.
Los piratas sabían
guardar a sus cautivas;
entre espejos y espejos
las tenían...
Sanibel Island, Florida
Diciembre de 1995
Herencia
Hijo planetario de mi heredas solamente
una explicación que te explica:
vienes desde donde yo mismo
he venido a tientas.
Acaso este tesoro contenga
algunas de las claves
del crucigrama incompleto
que configuras con tus pasos de tierra.
Como humano, hijo del universo,
eres una ola del océano infinito
que besando muchas playas
permanece uno y muchos
al mismo tiempo.
Cada raiz de tus nombres, hijo del suelo,
como todos los nombres,
conjuga tierras lejanas y oficios legendarios,
uno de ellos, por decir, colector de impuestos
en el tajante imperio de los otomanos.
Tu afán de conquista se llama Rasmusen u otro nombre
con quien, hace generaciones, exploraste el polo sur , el norte,
los cuatro puntos cardinales.
Por otra huella te remontas hasta un prócer.
No lo conoces. Pertenece a la historia o leyenda
de un pueblo transitorio
pero a tí también te pertenece
y le pertenecerá a tus hijos y su descendencia.
Tu estirpe es de los mares y los vientos
de los pueblos de Moisés, de Zeus y de Eneas.
Y hay lenguajes y culturas que te hablan y no entiendes,
a pesar de animar cada una de tus venas:
el italiano, el árabe, el francés, el español, el inglés,
ese idioma en que has nacido,
en uno de los vuelos mágicos de tu sangre;
y este testimonio que tú puedes leer, hijo del tiempo,
tu hijo quizá ya no lo entienda
aunque le quemen los sonidos
en nostalgias o gestos inexplicables.
Porque fíjate en tus manos
y leerás las vidas de muchas manos,
las que cultivaron tierras antiguas y nuevas,
las que inventaron aquellas ilusiones que se llaman ciencias,
las que recorrieron libros de leyes, metafísicas y letras,
las que comercializaron telas, aviones, cereales
y recogieron desde el Drachma hasta los dólares,
las que te cuidaron con el calor de la caricia.
Fíjate en tus manos, hijo, y en sus surcos
cosecharás fulgores de centurias, genes increibles,
descifrarás como en un espejo de carne ajada
los rostros dorados de antiguos signos y semillas.
Porque en tu vida verás morir y amanecer nombres,
con lágrimas y sonrisas
y te verás en cada uno de ellos, hijo,
misteriosamente.
1998.
Los habitantes del poeta
La Afrodita sin brazo izquierdo
del Museo Británico
irradia sueños empolvados
y lo acompaña.
Espíritus, musas, hechos con dirección desconocida,
ídolos húmedos,
sombras con tatuajes de calendario,
sombras que miran con agujas de olvido
jamás se van de la fiesta.
Protagonizan soledad y derrota
un mundo de héroes conquistados.
El poeta no está solo.
Reza el diario de Ana Frank
y resucita muertos.
Un lugar, al otro lado del mundo,
le quita el sueño.
El silencio lo deja exhausto y grita muertes premeditadas.
En un amor dos caen sepultados
durante noches sin límites.
Con la sociedad que el poeta crea,
escucha las dulces flautas de Tesalia.
La belleza lo tortura en el banco del juicio.
Asume la topografía del cuervo
y enciende con símbolos una danza transparente.
Cosecha amantes en la blancura de las olas
en el tiempo redondo de la luna.
Muere antes de morir
en el cementerio inconcluso de los recuerdos.
En su fuga imposible
nunca está solo el poeta.
Lo poseen voces inasibles y punzantes,
Lo consume el aroma fatal de su amada,
la palabra, esa divinidad salvaje
que copula con espejos indisolubles.
Madrid, Noviembre 1995
Nómada del silencio
A Hawad, voz del Tuareg
Pronto se acabarán los puentes.
Los ríos, los mares tragarán la tierra.
Mendigaremos, si acaso,
aire para los ojos
vientos para la mudez de las arenas.
Y qué puedo hacer yo con las mareas
con estas islas que son rocas oscuras
con las nubes que pasan desnutridas
volando grises cargadas de tristeza.
Y si todo llegara a ser un desierto
antes de marchar a las dunas,
nómada del silencio,
si Keats me oyera,
si aún el sabio Jefferson escuchara,
les gritaría
con el rumor obstinado del viento
Prefiero escribir errante,
a escribir desesperado.
Washington, DC. 2003Canción a los elementos
A Moraima de Semprún Donahue
Muchacha, Alberta, extrae la poesía de los átomos.
Descubre, por ejemplo, las notas del canto del agua,
porque en cada gota, el agua es vida de un mar,
de un gigante verde, de tigres veloces,
de pueblos peregrinos, guerreros e ilusos;
y porque decir agua es casi beber,
y en su ínfimo y transparente grano
vives la humedad perfecta del engendro,
un beso líquido de amante y madre.
Cristaliza, luego, una mariposa capturada al azar
para que poseas en las manos más que alas
de un tiempo o de un espacio pasajero,
y recojas un vuelo que siga volando
en los ojos y en los versos libres del aire.
Di, muchacha, todo y sin esfuerzo;
como cuando pronuncias el aire
y respiras la libertad que también es un átomo.
Si las musas del siglo XXI
inspiraran los laboratorios amarrillentos de poetas
para que descifren en deliciosos zumbidos
su belleza meritoria
el servicio absoluto
de estos incondicionales elementos
acaso podríamos darles las gracias
como se merecen.
Las gracias son como los besos
y el beso una manera de recordar.