EN lo alto, el cristal, invisible, perfecto
donde hasta el sol se equivoca y tropieza.
Y la mano de plinto le sirve.
Por la mano se acerca la tierra
hecha sueño de hombre a través
de la sangre vivida. y revienta
en la espuma con que ahora brindamos:
La pleamar, el final de la oscura marea.
Encontrar superficie, salir.
Libertad, soledad. La experiencia
siempre inocente, siempre limpia
es el límite, flor siempre abierta
en la gracia ideal del espíritu
cristal sobre el que hiere la luz su presencia.
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