Manlio Argueta

Manlio Argueta nació en San Miguel (El Salvador) en 1935. Es un importante poeta y novelista latinoamericano que, pese a haber desarrollado estudios en Jurisprudencia se ha dedicado desde muy joven a la literatura; es el fundador del Círculo Literario Universitario, que se considera una de las generaciones más importantes de este país, al que muchos mencionan como la Generación Comprometida.
Ha trabajado en la docencia y desempeñado labores de edición en varias editoriales, incluso llegó a ser director de la Editorial Universitaria Centroamericana (EDUCA). Además ha participado en la creación de diversas revistas de letras.
En lo que respecta a su creación literaria, se destacó primeramente como poeta y consiguió varios premios de poesía, a nivel nacional e internacional. Posteriormente comenzó a publicar novelas, entre las que se destacan "El Valle de las Hamacas" y "Caperucita en la zona roja", esta última fue traducida al inglés y publicada en una importante editorial de Estados Unidos. También escribió guiones para teatro, tales como "Un día en la Vida" y "El Mozote", una obra de ballet que se estrenó en el Central Park de Nueva York.
"Como las cartas de los niños", "Nadie toca a la puerta" y "Infancia 1942", son algunas de las poesías de Argueta que podrás encontrar en nuestra web.

Poemas de Manlio Argueta

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Manlio Argueta:

Promesa

Juro no alzar la voz. No sublevarme.
No decir la verdad cuando nos duela.
Ofrecer la mejilla cada vez
que me ofendan. A los pobres
daré limosnas. Comeré pan duro
para ser bueno con todos.
Sólo dinero (pues no tengo nada)
no habré de repartir... Después morir
tranquilamente libre de pecados,
de bronconeumonía o de un callo
en el pie
o de un catarro en el alma.




1966.

Declaración de amor

Porque te cansas de estar sola,
de encontrar en tu cama
la sombra de la noche anterior.
Porque te mueres de mirar
las parejas d casados
que de alguna parte vienen.
Porque te desmayas de soledad.
Porque la casa está vacía.
Porque tienes jaqueca.
Porque los sueños luctuosos.
Porque los gatos del vecino.
Porque los niños con cabeza
                              de pajarito.
Porque lloras al despertar.
Porque eres del sexo débil.
Porque crees ser hermosa
(y lo eres)
                              como una puesta de sol.
Porque los ojos negros te vuelven
                              loca de remate.
Por eso quieres que sea tu marido.





1966.

Cárcel


¿Dónde estarán los otros? Dijeron que vendrían
pero nadie aparece. Nuestros ojos amarran
los últimos recuerdos pero nadie aparece.
Escribimos un nombre (las paredes son grises):
aquí estuvieron hombres como fieras en selva,
aquí se amaron otros como nunca se amaron.

¿Cuándo vendrán los otros para hablar,
para mirar a alguien, para sonreír
con las personas? A veces digo
que estoy triste y recuerdo las voces que recuerdo.

¿Dónde estarán los otros? Dijeron que vendrían.
Salgo a buscar a mis amigos
y me encuentran cercado por los muros.



1960

Como los meteoros

Así como los meteoros celestes abren
pétalo tras pétalo para descubrir el polen
y la miel
así buscan mis dedos y abrazos
donde poner sus huesecillos de vida.

Infancia 1942

La infancia era la noche especialmente,
y pensar en el día que vendría mañana,
mamás enfermas, papás que no llegaban nunca,
hermanos que se iban olvidando
a medida que ya no regresaban.

Y era la muerte la mátalascallando,
como si se enojara todo el tiempo.
Iba y venía perra de los atardeceres
llevándonos amargas cicatrices y gritos
y angustias y dolores y lágrimas y mares.

La infancia era la muerte cagándose de risa.
Se nos quedaba viendo de a poquito
desde las uñas de los pies
hasta la punta de los pelos parados.
Comenzaba a escoger como si nada.
Recorría los barrios,
se llevaba a los niños más hermosos y pobres
dejándonos dolor y sacrosanta herida.
El aire entonces con sus manos aves
jugaba con nosotros para que no temiéramos.

Sin embargo moríamos de miedo,
mirándola implacable
con sus terribles dientes de caballo.
De uno en uno se acaba hasta la raza,
decían los papás y las mamás temblando.

La infancia es esta muerte satisfecha,
sus monedas de plata, sus corbatas,
cuchillo de oro, bala envenenada.
Y nos dejaba penas, desconsolados siempre.
Porque si algo dolía en estos barrios,
era la dura muerte, la inflexible,
que además se burlaba de nosotros
porque no éramos aptos para absorber horrores.

Y quedábamos solos, hijos de Dios,
niños abandonados al temor de la noche.

Preguntamos por qué tanta desgracia.
Por qué la muerte infame
se llevaba a los buenos y a los malos,
pero siempre a los pobres, eso sí.
Y se echaban los padres, los abuelos y tíos
un trago. Más que trago era copa de lágrimas.
Mientras tanto los niños debajo de las sábanas
oíamos retumbos
que venían del fondo del volcán.

Birht control

Esta noche no dormiremos juntos,
hay sarampión en la ciudad y podrías
quedar embarazada, cosa grave:
parirías un monstruo, una flor.
Morirías entonces de pesar
y yo de frustración me moriría.

Esta noche no dormiremos juntos,
no beses esta piel de perro en celo.
No me hagas caer en tentación.
Podrías concebir lo que no quiero.
Además, mejor vivir sin hijos
¡por Dios! con tanta mala muerte.





1966