A Jacinto Benavente
¡Qué bonita es la princesa!
¡Qué traviesa!
¡Qué bonita!
¡La princesa pequeñita
de los cuadros de Watteau!
¡Yo la miro, yo la admiro,
yo la adoro!
Si suspira, yo suspiro;
si ella llora, también lloro;
si ella ríe, río yo.
Cuando alegre la contemplo,
como ahora, me sonríe...
Y otras veces su mirada
en los aires se deslíe,
pensativa...
¡Si parece que está viva
la princesa de Watteau!
Al pasar la vista hiere,
elegante,
y ha de amarla quien la viere.
... Yo adivino en su semblante
que ella goza, goza y quiere,
vive y ama, sufre y muere...
¡Como yo!
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