El problema es tener litros de recuerdos sobre los pies hambrientos y haber transitado por intuición como si fuéramos aves. Dolernos hasta los tuétanos con la presencia de cosas amadas que jamás fueron nuestras y no poder sumergirnos en el juego de las alegrías ajenas.
Acceder a los secretos de la vida tiene su precio y sus dolores. Duelen los huesos y la vanidad, duelen las noches y las equivocaciones.
A veces aparecen las vergüenzas como sombras, pero también están las falacias y las picardías con las que gozamos, y entonces somos mejores.
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