De todas las que soy
poco prefiero
la abeja industriosa en su trajín,
o la cigarra aplastada en el verano,
tampoco aquella cebra distraída en las alturas
que tan diversas de mí
siempre andan.
De todas una sola me acongoja:
la salvaje
atravesando el lodo,
la extraviada oveja
la alocada y perdida de ti.
A esa junto al fuego acariciara
y con manta seca le agrigara el frío.
Por esa sola de rodillas te diría:
¡Basta, Señor!
Abandona tu enojo
que nada has entendido, mi Señor,
mi inalcanzable
mi iracundo
patriarca.
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