Margarita Laso

Margarita Laso nació el 20 de julio de 1963 en Quito (Ecuador) es una artista que ha sabido cultivar con igual esmero la poesía y la música.
La pasión por la música le fue heredada de su padre, a quien le gustaba mucho cantar canciones típicas del país. Cuando tenía ocho años comenzó a tomar clases de piano y guitarra y más tarde se entregó fervientemente al canto y al perfeccionamiento de su voz junto a la maestra Blanca Hauser.
Ha recibido diversos reconocimientos a su trayectoria profesional; ha conseguido que la música ecuatoriana trascendiera las barreras del país y fuera a conquistar otras tierras y realizado numerosos espectáculos, grabado cuantiosos trabajos musicales y publicado cinco libros de poesía.
Además, ha colaborado como editora en diversas publicaciones y actualmente participa de forma asidua de lecturas, recitales y encuentros poéticos, con escritores nacionales y extranjeros. Cabe mencionar que en 1997 fue galardonada con el Premio Nacional de Poesía Jorge Carrera Andrade por su poemario "El trazo de las cobras". Otra obra que ha recibido un cálido recibimiento por parte del público lector es "Los lobos desarmados".
En nuestra web podrás leer algunos de sus poemas, tales como "En la memoria de mis sentidos", "En los confines" y "Sé que las ratas".

Poemas de Margarita Laso

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Margarita Laso:

Sé que las ratas...

sé que las ratas me morderán el corazón
pero ésta es una despedida

reí y fui

                                        loba
loba en el palomar
loba en el palomar de tus jadeos

buches y espumas rociaron la aurora de los sudores
                 jadeos tus de palomar él en loba

aunque
entre graznidos y hendiduras
entre zureos grumosos
loba
entre palomas en tus jadeos
digo adiós

la pena canina cubro de vidrio
lengua y falanges apago al fuego
aros y poros al polvo cocido

esta cachorra arde bajo las burbujas
   
      aullidos sollamados invitan a las ratas

      ellas escuchan su piel de chamiza que crepita
                    sus uñas que raspan el celo cristalino

      la esfera de calor de su cuero esquilado las convida
                                                                             olorosa

sé que me morderán el corazón
lastimero
pero no permitiré que tú lo muerdas
ésta es una despedida

Canción

no puedo sacarte de mi mente
tu casa de hueso es mi cabeza
en ella duermes, guisas, vas descalzo
deslizando tus pasos, tu pereza

no puedo alejarte de mis charcos
donde tomas tu baño las mañanas
a flote de la piel traes burbujas
de agua mineral o de champaña

quiero lamer tu espalda y abrazarte
pero tú estás adentro y no te alcanzo
no andes sin camisa que me aloco
ciérrate los botones que me canso

me canso de seguirte piel adentro
gentil inalcanzable vas riendo
eres el rey de mi cabeza
sin pagar ni luz, ni agua, ni arriendo

acércate a mis ojos cabecilla
tan hondo y tanto me has dolido
que lloro y en mi llanto sumergido
salado te me vas por la mejilla
mojado de sal vas y yo te olvido

Erosonera (IV)

un ceibo que cuida el horizonte
tiene menos orgullo
        que el que orilla tus piernas

un ceibo en tus piernas africanas
matará mi deseo

la cadera cruje como un cangrejo

un crujido en la tenaza de mis huesos
matará mi deseo

trago de ardienteagua
un ceibo te orilla los crujidos
una huella de hollín
los vellos y tobillos
y una equis que enrosca mi cintura

una equis matará mi deseo

Erosonera (VIII)

qué sabes tú de trepanarme, reno
donde no estás 
mis huesos crujen y granizan
sin mordaza
donde no estás
relincha un río hacia mis muslos
y es fresca la lechuga
que lo acoge

no te he olvidado
pero otros ojos son panteras
                           en el agua
otro es dragón y daga
otro es presa de mi caza

qué sabes tú, reno inútil
quédate mejor entre las reses

Erosonera (I)

tuve un hombre y él me tuvo

ahora somos memoria de carboncillo
ciclistas en la siesta de la ceniza
pero tuve un hombre
                                y él me tuvo

crudo abrió el beso en la yema del pubis
sentó la oreja para oír mi caracol caliente
                               mientras borrando pecas
hundí la nariz en el musgo tremente
                                          de sus ingles
la lengua para lamer su venar violeta

tuve un hombre
fue pan en remojo su boca de abrir cajoncitos
mordiente su hacer de muslos y mejillas

él me tuvo
fue tristeo de agua mi pecho de dos pozos
crujiente mi hacer de cejas y ranuras

ahora somos memoria de carboncillo

La contemplación (I)

y tus besos
      como el órgano de la catedral
      como sus tubos
   largos
      como el dejo de sus bajos

tus besos hondos
      graves como la octava de pedales
cuyas lentas vibraciones son las últimas que escucha
el oído humano

fértiles como el teclado de tierra
y la resonancia de sus pesados temblores