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María Enriqueta Camarillo

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-Hallarás en el bosque mansa fuente
que, al apagar tu sed, copie tu frente.

Dijo, y le respondí: -No tengo antojos
de ver más fuente que tus dulces ojos;

sacian ellos mi sed; son un espejo
donde recojo luz y el alma dejo...

-Escucharás, entonces, los latidos
del gran bosque en los troncos retorcidos;

o el rumor de la brisa vagarosa
que huye y vuela cual tarda mariposa...

-Bástame oír tu voz; tiene su acento
gritos de mar y susurrar de viento.

-Hay allí flores, como el sol, doradas,
y otras níveas cual puras alboradas.

-En tu mejilla rosa está el poniente
y la blanca alborada está en tu frente.

-Hay allí noches profundas y tranquilas...
-Esas noches están en tus pupilas.

-Hay sombra en la maleza enmarañada...
-Hay sombra en tu cabeza alborotada...

-Lo que se siente allí, no lo has sentido.
-A tu lado el amor he presentido.

-¡Ven! Ese bosque misterioso y quieto
va a decirte al oído su secreto...

-¡Es en vano el afán con que me llamas!,
¡si tú ya me dijiste que me amas!...

-Hay un árbol inmenso, majestuoso,
de altísimo follaje rumoroso;

en él, como serpiente, está enredada
una gigante yedra enamorada...

-Tú eres ese árbol majestuoso y fuerte:
¡deja que en ti me apoye hasta la muerte!.

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