Bajo los verdes árboles planté mi cabellera
Y los hice girar
Cada una de sus hojas eran mis pelos
Y mis brazos ya no subían al cielo
se quedaban quietos.
Sólo otros brazos hacían brillar sus hojas.
Como la luz del día
me fui llenando de grietas
mis piernas conocieron infinitas historias
también fui cortada
Y así, cortada,
desmesuradamente abierta,
el agua me penetró y
me penetró la luz
de las escuálidas ranuras
de esas fatigadas ranuras
perseguidas
de los muertos que buscándose
me buscaban.
Deseaban mi negra cabellera.
Yo hice girar mi cabellera
como una lisa bandera verde por la tierra
y fui raíz.
Sus brazos ciegos
me cortaron la boca
y fui su voz
por la que hablaron
los que un día colmándose
me colmaron.
Parí entonces las suaves colinas de Santiago
que quisieron ser árboles del cielo.
Parí a la insolente
la sorprendida
erótica
nieve de los Andes.
Esa es una voz nunca encontrada.
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