al mayor de todos,
a 250 años del viaje. Escribió una sonata de 19 hijos
y nos amarró a su corazón eléctrico,
al vuelo de un pájaro besando el sol.
Juan Sebastián Bach,
aquí mi corazón lame su misma sal,
agobiado como está de siglo destripar.
No es posible el mar sin tus manos sujetándolo,
niño temblando en una tecla vista desde Marte.
No es posible la madrugada sin las ventanas del alma
tapizadas de violines acostumbrados a la ternura,
con hapsicordios hablando de mujeres y hombres
que seremos, que fuimos,
que discutimos de cielos en la estepa de la razón.
Papá de mi radio mental,
turbulencia de mansedumbres,
luces brotarán de otros hoyes
reclamando tu paz incendiada,
el laberinto donde se reencuentran los ángeles.
San Juan Sebastián,
de tu osamenta tirada en lo eterno
nazco a vaciar el vino en la frente de los sordos.
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