No es la nostalgia humana
por las viejas primaveras de un país
donde los pájaros son mansos,
ni por las lluvias de la infancia
que nos dejaron los ojos diáfanos para siempre,
sino por la región de las nieves perennes
que añoran en la vejez los elefantes
de todos los zoológicos del mundo,
hacia la que una mañana,
dicen,
emprenderemos viaje,
con el secreto dolor de que no habrá regreso
a ninguno de los sitios en que fuimos felices.
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