Rueda como una lágrima en la atmósfera fina,
la voz del campanario antiquísimo: la una...
y su eco pasa, leve como una ave marina,
sobre los techos blancos de escarcha de la luna.
Finge una lanzón la antigua torre de San Alejo,
a cuyo extremo brilla, temblando una estrellita...
húmedos callejones... Casas de tiempo viejo,
con ventanas que el viento, como un ladrón, agita...
Una copla canalla tiembla en el aire puro...
guiña un farol, su guiño se refleja en el muro
y hace mayor el duelo de los sucios portales...
El paso de la ronda se pierde en la calleja
y el rumor de las ramas, en la penumbra, deja
épicas remembranzas de días coloniales.
Volver a Medardo Ángel Silva