(Malatesta)
Malatesta se quedó mirando el plato y dijo: Nos están envenenando...
Yo le metí el diente al filete y luego a la rodaja de tomate y me supo a gloria. Bueno el hambre apretaba y no había por qué rechistar me dije.
Pero Malatesta decía: Mire,... tomates con DDT. Y pescado con mercurio.
Ya sabes ellos almacenan más el mercurio,...¿en dónde? En sus panzas por supuesto.
Son pescados de cuatro cabezas.
Tienen patas como hidras, pescados envenenados, densos en metales pesados, y claro luego las gaviotas, sin contar el petróleo, ya son miles las toneladas de petróleo lanzadas al mar, y por eso mueren los peces envenenados...
Entonces vi al delfín negro envenenado,
ya no podría saltar
ni ejercer sus piruetas del mar con la gracia de una bailarina de ola salada. Y me dio pesar.
Volví a hincarle el diente a la lechuga,
Pensé: ¿Estará bien lavada
o tendrá gusanitos bailando una danza vermi-fuga?,
Malatesta arrojó su filete a un perro, (que hacía tiempo merodeaba con su esqueleto cubierto por una piel sarnosa y amarilla y que trataba de tomar una bocanada de aire contra la tarde cenagosa). Luego, mascó el tomate sin la cáscara, de mala gana. Le chorreó la salsa por el gaznate.
Pidió a la camarera una cebolla y un puerro, una calabaza y una zanahoria.
Mira cómo la cebolla se protege, con miles de hojitas, de capas me dice- láminas delgadas, poderosas y elásticas. Transparentes como un libro de dureza vegetal...
Por un momento creí ver la emanación de un pequeño Dios reducido a esa mónada tuberosa y vegetal, pero el aliento de ajos de mi amigo fantasma Malatesta rompió el encanto.
Sí le digo yo, casi terminando,
Casi atragantado, casi rompiendo el plato de plástico.
Miró de repente Malatesta el plato de plástico. Dijo:
Veneno,... o cerámica o nada,
y eso sí, sin esmaltes plúmbeos .
Por la ventana del humilde restaurante
la tarde amenazaba una tormenta.
Dos mendigos nos miraban
a través de una ventana sucia, con moscas Bogotanas.
De sobremesa
café negro,
y cigarrillo con menta.
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