Luna de cantos mojados,
pulida de viento y alba.
Calles de esquinas desnudas.
Casas de ciegas ventanas.
En una esquina sin nadie,
el viento encontró a la flauta;
sobre el agua de la música
se le murieron las alas
y se vistió de colores
como un país en un mapa.
Por las aceras desiertas
iban el viento y la flauta.
Como el viento estaba herido,
la música lo llevaba.
Iban buscando los ojos
de los niños qué soñaban
para lamerlos de azul
con su caricia delgada.
Con la frescura del canto
los hombres se despertaban
y se dormían de nuevo,
entre el sonido y el alba.
Quebró su junco la música;
el viento giró buscándola.
Quedó la calle ceñuda
como una mala palabra.
Gallos batieron las alas
para que el canto volara.
En la cubierta del día
se deshojaron campanas.
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