Luna,
laja de aroma.
Ombligo inquieto,
inquietante.
Juguete que no acaba de caer en mis manos.
Luna,
hoja martirizada por hormigas de cal.
Mi dolor está tapando tu luz,
silenciando tu voz de quietud.
Cierta vez quise cortarte para Ella, luna,
colocarte entre sus labios o su pelo,
pero sólo la hubieras convertido en paisaje,
en rupestre arte rupestre.
Ahora Ella se nombra Saudade
sin tu ayuda.
Ahora, luna, te invito a probar este vino:
No olvidés que es mi corazón el que te mueve.
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